Escrito por Mons. Rodrigo Aguilar Martínez
El Papa Benedicto XVI ha convocado a celebrar el Año de la Fe porque, con una visión penetrante de la realidad humana, advierte la pérdida de fe en muchos bautizados. Yo menciono algunas situaciones, entre otras muchas: están los que siguen creyendo en Dios Trino y Uno, pero no en la Iglesia que Jesucristo fundó; o los que se han hecho un Dios a su medida, consecuencia del pluralismo religioso y de la conveniencia personal; o los que sencillamente han prescindido de Dios en su vida.
Para ir a detalles más concretos, muchas fiestas patronales de las parroquias y los pueblos se han convertido en fiestas paganas por los eventos que incluyen. No es que yo pretenda una fiesta religiosa de puros rezos; lo que quiero decir es que muchos momentos de la fiesta, por la forma y las actitudes que encierran, se vuelven contra Dios y concretamente son contrarios a los testimonios de vida del Santo Patrón.
Por otro lado, quedan ajenos a la vida de muchos bautizados aspectos que son centrales para nuestra condición de bautizados, por ejemplo la participación en la Misa dominical, el matrimonio como sacramento, el matrimonio abierto a la procreación (esto no quiere decir que se llenen de hijos, sino que decidan responsablemente, delante de Dios, los que puedan tener), la relación sexual sólo dentro del matrimonio sacramento, el ser padrinos de un sacramento requiere querer y poder dar testimonio verdadero de Cristo, etc.
En fin, veo muy apropiada la convocatoria que el Papa Benedicto XVI nos ha hecho para el Año de la Fe. Veo también muy conveniente la opción de ganar la indulgencia plenaria con “al menos tres momentos de predicación… o al menos tres lecciones sobre los Actos del Concilio Vaticano II y sobre los Artículos del Catecismo de la Iglesia Católica en cualquier iglesia o lugar idóneo.”
En otras palabras, podemos ganar la indulgencia plenaria volviendo a los documentos del Concilio Vaticano II y al Catecismo de la Iglesia Católica, que es uno de los frutos más importantes del mismo Concilio. La renovación de la Iglesia que ya ha provocado el Concilio Vaticano II, puede continuar e incrementarse si tenemos esto en cuenta, lo cual nos involucra a todos: que los responsables promovamos sesiones de estudio y formación aprovechando el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, con una lectura reposada, meditada, que involucre todas nuestras facultades: ilumine la inteligencia, encienda el corazón, fortalezca la voluntad y se oriente a obras concretas, pues “la fe sin obras está muerta”, dice el apóstol Santiago (Sant 2,17).
De modo que invito a usted a vivir el Año de la Fe precisamente con fe: fe en Dios que nos ama y nos sostiene; fe en Cristo Jesús, para seguirlo hasta la cruz y resucitar con Él; fe para encontrar en cada persona a Cristo Jesús; fe que nos alienta a darnos alegre y generosamente a los demás.
Obispo de Tehuacán